martes, 6 de marzo de 2012

Hacienda La Pastora | Antonio Hernández.

Guadalupe es el municipio de Nuevo León donde se encuentra La Pastora. Naturalmente nada era como en los días vigentes. Israel Cavazos detalladamente describe como se formó la tierra donde nací.

Quiero una máquina para viajar por el tiempo y reconocer lo que el historiador platica. Ayer la Hacienda de la Santa Cruz hoy la plaza más bonita de todo el estado, donde me gusta cubrirme de los calores de las tardes de verano. Luego andar el camino y cruzar el río Santa Catarina, vadeando, y llegar a la Hacienda de San Marcos, donde esta la casa de un querido amigo, pero que antes eran parcelas de caña, trigo y maíz.

Ambas haciendas son bonitas, pero los sentidos naturalmente se dirigen a la montaña, donde transcurre fluido el río La Silla. El cronista habla de micro geografías reconocibles en nuestros días. La originaria Hacienda Santa Cruz tenía frontera con la Hacienda La Pastora, fundada por Juan López, pionero a su vez junto con Diego de Montemayor en el inicio de Monterrey.

Tres caballerías de tierra, junto al río La Silla, con los ojos de agua que ahí están, que se juntan en uno”.

El narrador de la historia guadalupense habla de que por casi doscientos años la comunidad en Guadalupe se aprovisionó de recursos naturales en La Pastora. En la década de la Revolución Mexicana le asigna a la hacienda una extensión de 700 manzanas: “dos hermosos bosques, uno de 15 acres y otro de diez, de sabinos, nogales, encinos, aguacates, etc.”

Con nostalgia Cavazos recuerda La Pastora en 1940: “Yo alcancé a conocer las viejas casas de la hacienda., en un montículo del recodo que hacía el extremo sur de la calle Zaragoza para bajar a la orilla del río La Silla. Es lamentable que hayan desaparecido. Se trataba de construcciones manifiestamente coloniales...”

Por siglos el bosque y el río fueron lugar de recreo y de días de campo de las familias de Guadalupe y Monterrey. Pero todo eso se acabo lamentablemente. La barbarie actual ha contaminado el río”.

No imaginaba el cronista que ese penoso destino podía ser peor.

Antonio Hernández.

t608138@gmail.com


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