viernes, 29 de enero de 2010

Compartir el poder

por Ximena Peredo (El Norte, 29/01/2010)

La idea de reemplazar regímenes autoritarios o déspotas por un gobierno democrático era, justamente, eliminar el peso de los caprichos o las ocurrencias de una élite como política de gobierno. Quienes se atrevieron a llamarle injusto o perverso a que el destino de un pueblo dependiera del humor o de las relaciones de un Rey abrieron al futuro una enorme posibilidad. La posibilidad, en principio, de dudar, de criticar y de arrancarse velos.

Revoluciones y guerras después se decidió que lo justo y lo necesario eran regímenes democráticos. Soñamos con ello, pero no nos pusimos de acuerdo en soñar lo mismo. El ideal de democracia se nos escapa de las manos porque no hay un acuerdo consentido por las mayorías. Porque cada país quiso tropicalizar el término a su antojo, porque las élites de poder adoptaron el término por estrategia, pero no por convencimiento.

Al final, como en una feria de ciencias escolar, cada grupito ha confeccionado "su" democracia desobedeciendo deliberadamente los ingredientes básicos de la receta: la soberanía reside en el pueblo, el bien común es el fiel de la balanza, son las mayorías las que gobiernan.

Por eso los esfuerzos de los gobiernos locales están encaminados a gobernar sin compartir el poder. En aras de cumplir con nuevos protocolos dicen incluir a ciudadanos en sus gabinetes o consejos, pero éstos se convierten en incondicionales. Los consejeros críticos salen por la puerta trasera al poco tiempo, corridos o indignados. Los alcaldes, los diputados y el Gobernador gobiernan bajo el régimen de la ocurrencia. Cuando el pueblo sospecha, los señalados se aprestan a decir: "no politicemos esta gran idea".

Claudio Tapia, en una publicación local titulada "Gobierno de ocurrencias", reseñó las arbitrariedades gubernamentales del momento, esto en noviembre del año pasado. Si la línea 3 del Metro irá hacia Santa Catarina o hacia Apodaca es un asunto de enorme importancia popular. En las últimas declaraciones, Rodrigo Medina dice que el Metro irá hacia Apodaca. No da razones científicas -refiere un plan maestro ausente en el portal de su gobierno-, no convoca a una consulta, se adelanta a los estudios. Cuando alguien pregunta el porqué, el Gobernador se incomoda: "hay que quitarle todas las suspicacias al tema".

El caso del estadio raya en lo ridículo. No hay un solo estudio público que demuestre la viabilidad del proyecto. Sólo tenemos gobiernos subordinados a las decisiones de grupos de poder fácticos, en este caso, del empresariado. No tendríamos que estar discutiendo si construir o no un estadio privado en un espacio público, mucho menos cuando éste tiene una vocación de conservación ecológica. Hay leyes que evitan estos despojos. Es inmoral que el Gobierno se preste a defender proyectos inviables. Nos roba tiempo.

La respuesta negativa y casi en automático que ha dado Tonatiuh Mejía, representante legal del proyecto, sobre la probabilidad de mudar el estadio a otro sitio evidencia la prepotencia de quienes están acostumbrados a arrebatar. Decir que donde hoy hay 130 árboles después del estadio habría mil 100 es un chantaje del que debiera deslindarse la holandesa Heineken, socia de Femsa: los árboles de un estacionamiento invasor que protegerían del sol a los miles de autos que visitarán el estadio y el complejo comercial no son una ganancia, sino una pérdida. Podemos tener mil 100 árboles sin el estadio. Alguna otra empresa los podría donar sin condiciones, sólo por regresar un poco de riqueza a la comunidad, ¿Heineken?

Ceder discrecionalmente en comodato a una empresa un espacio público es actuar al margen de la ley. En su columna de esta semana, Sergio Elías Gutiérrez expone este punto con claridad. Ubicar un estadio contiguo a un área natural protegida y sobre la rivera de un río vivo es un atentado contra la comunidad que de ninguna forma podría presentarse como necesario o de utilidad pública.

La amenaza que pesa sobre La Pastora demuestra que el Gobierno ha claudicado en sus obligaciones elementales y patentiza la decadencia de una élite empresarial que prioriza sus caprichos ante los derechos de la comunidad.

ximenaperedo@hotmail.com

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